24 oct 2009
Estoy sentado en una plaza de un pueblo lleno de gente. Una mujer muy pequeña quiere enseñarme algo en una casa cercana, pero aunque le digo que ahora hay dentro reunida una familia, se mete en la casa y la sigo. Dentro hay un salón lleno de gente, sentados en sillas y sofás, todos fumando en una atmósfera axfisiante de humo caliente, y acariciando el lomo de un ciervo que está en el centro de la estancia. Al fondo veo el inicio de una escalera de caracol por donde creo que tengo que seguir a la joven. Un alambre como eléctrico, sin recubrir pero sujeto al suelo mediante aislantes, asciende desde la sala cruzando el centro de los tortuosos peldaños por los que subo. La escalera en curva va haciéndose cada vez más angosta hasta que llegando a su final, quedo inmóvil sin poder avanzar. Pienso que ella sí habrá podido pasar por el pequeño hueco. Entre el humo y la estrechez, siento una gran sensación de ahogo y angustia.
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