13 jun 2009

Corría por el pasillo de la casa de mis abuelos, cuando veo a mi primo con dos perros bóxer que pegan saltos y juguetean con él. Mi primo se gira riéndose, y cuando vuelvo a verle la cara, ya no era quien yo creía, sino mi tío. De repente, uno de los perros le muerde una nalga, y mi tío, sin emitir el más mínimo sonido de queja, me mira con cara de dolor.

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