4 feb 2010

Estoy con un amigo en un café cuando se apagan las luces, y queda todo en una penumbra anaranjada iluminada por una vela que hay en una mesita alta cerca del mostrador, a la que hay sentado un sacerdote (aunque tiene el aspecto de un alto cargo). Cerca, hay una señora mayor con una extraña pluma de escribir en sus manos. El mango es de madera antigua y gastada, lleva en el extremo un artilugio de metal negro con una punta central con una plumilla, y otras dos a los lados (como un ancho tridente). Hace un gesto como de cortar afilando las dos laterales y dice que se la han dado para recordar que todavía tiene dos revisiones médicas pendientes. En la pala metálica del tridente se aloja también una cuchilla de afeitar, y todo lo guarda encajándolo en una pieza curva de madera, en la que se inserta una pequeña regla de madera gastada. Lo va a guardar en una funda de piel con forma de sobre con pliegues laterales de fuelle pero se lo pido para verlo de cerca. Es de un tafilete finísimo y suave, y en el interior hay grabados en relieve en rojo unos nombres de fabricante (parece italiano) y la fecha de 1497. Le pregunto que quién le ha dado esa antigüedad que tiene tanto valor, cuando el eclesiástico comenta despectivo y sin mirar, que será de 1997. Le miro y digo en voz alta con tono sarcástico que se trata entonces de una falsificación, y él lo sabe bien porque en eso, ellos son unos expertos...

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