14 ene 2010

Estoy arreglando la casa cuando de pronto empiezo a sentirme mal, mareada y con ganas de vomitar. Mi marido me lleva al médico y estoy tumbada llena de aparatos por todos lados que usarán para examinarme. De repente estamos en casa otra vez y le digo a mi esposo que estoy embarazada. Me siento muy feliz. Él me abraza casi llorando de alegría, porque era algo que buscábamos hacía varios años. Enseguida me veo con un bebé entre mis brazos, un bebé precioso. Y lo que sentía al mirarlo y abrazarlo no puedo explicarlo. Era una felicidad tan grande que no me cabía en el pecho y sólo podía llorar mientras sonreía. Recuerdo que mi bebé tenía los ojos azules y ni yo ni mi marido los tenemos de ese color, los tenemos marrones. Entonces yo bromeaba con mi marido como que el niño no era de él y él fingía enojarse, pero ambos sabíamos que el niño era de los dos. Entonces yo contaba a la gente que mis padres me habían dicho que yo nací también con los ojos azules y que después se fueron oscureciendo y cambiando de color. Después me pongo a pensar que el niño había nacido muy pronto. Saco la cuenta de que el bebé no había estado en mi vientre ni cuatro meses y entonces veo que era imposible. Le digo a mi esposo que cómo era posible que el bebé haya nacido tan grande y hermoso con tan poco tiempo de gestación. Él sólo se encogía de hombros y no sabía darme una respuesta. Voy a buscar a mi bebé y no lo encuentro por ninguna parte. Empiezo a desesperarme y a gritar que dónde está... busco como loca por toda la casa y veo a mi padre que está en la cocina y le pregunto desesperada. Me dice: “¿tu bebé?, se te cayó ahí en la bici estática”. Entonces voy corriendo como loca a buscarlo y veo un conejito de peluche tirado en el suelo. Me arrodillo y lo abrazo y lo beso y lloro de alegría de haberlo encontrado. Pero entonces me doy cuenta de que el bebé había estado todo el tiempo en mi imaginación y que todos me habían seguido la corriente. Me sentía indignada y me decía a mí misma que estaba loca, que nunca tendría hijos y que todos me odiaban por no haberme abierto antes los ojos. La misma sensación de angustia permaneció en mí muchas horas después de haber despertado.

No hay comentarios: