4 sept 2009

Tengo una rana que acaricio y beso y juego con ella y eso que les tengo pánico, pero en mi sueño me divertía mucho. La pongo en el suelo y veo que no se mueve. No estaba muerta, pero moribunda. Le doy palmaditas en el culete para que reaccione y se muere. Me queda cargo de conciencia porque recuerdo que mi madre me había dicho que a las mascotas no se les toca tanto y menos cuando son pequeñas. Mi rana era distinta a las demás porque no era viscosa y su carita parecía sacada de un libro de cuentos y su cuerpecito era como el de un bebé recién nacido, pero verde. Voy al salón a decirle a mi padre lo que había sucedido y entonces el saca un cajón que estaba lleno de sapos y ranas. No se movían, mas bien parecían estatuillas de barro, pero se supone que estaban vivos. Al final no quise ninguno.

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